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DR. JULIO ROLÓN VICIOSO

RESPONSABILIDAD


RESPONSABILIDAD
Cuando comenzamos a asumir la responsabilidad por nuestras acciones, exigimos nuestro poder personal. Cuando dejamos de echar la culpa a otros o a las circunstancias fuera de nosotros mismos, exigimos nuestro poder personal. Cuando nos ponemos a nosotros mismos de nuevo en el asiento del conductor determinamos los caminos que seguiremos. Y, cuando elegimos un destino que nos causará un bien, nos ponemos en la ruta que nos mantendrá sintiéndonos armoniosos mientras dura el viaje. Lo primordial es que estamos a cargo de nuestras decisiones, por lo tanto podemos tomar aquellas que son para lo mejor – como por ejemplo, aquellas que crearán armonía y felicidad en nuestras vidas. Exigimos nuestro poder personal cuando autodeterminamos nuestras acciones. Como adultos, tenemos derechos y responsabilidades, personalmente, en nuestras familias y en nuestras situaciones de la vida cotidiana. Necesitamos hacer elecciones – no dejar a alguien que elija por nosotros, a menos que estemos específicamente en una posición debilitada en la cual no podemos elegir por nosotros mismos. Somos los conductores de nuestras vidas—determinando nuestro destino y los caminos. Es nuestro derecho como individuos ser dirigidos por nosotros mismos. Y eso implica un alto grado de responsabilidad. Seamos responsables pues en cada uno de nuestros actos.










Augusto Roa Bastos
(Paraguay, 1917-2005)

Antes de comenzar a escribir estas líneas, creo justo hacer un mea culpa y reconocer que soy un ignorante de Augusto Roa Bastos. Espero algún día tomarme el tiempo, que seguro valdrá la pena, para leer sus obras. Esta semblanza la tomo como el inicio de lo que será la aventura literaria más importante en mi vida.

Augusto Roa Bastos nación en asunción en 1917 pero vivió gran parte de su niñez en el pueblo de Iturbe. Exiliado del Paraguay en 1947, escribió su obra fuera del país, que sin embargo, ha sido siempre el motivo central de sus configuraciones literarias.
Premio Cervantes 1989, es una de las figuras capitales de la literatura contemporánea. Su novela “Yo el Supremo” (1974) es considerada como una de las grandes creaciones de nuestra época.
Durante su exilio se estableció en Buenos Aires, donde tuvo que realizar diversos trabajos para sobrevivir. En 1976 debió abandonar la Argentina debido a la dictadura, para trasladarse a Francia y enseñar guaraní y literatura en la Universidad de Toulouse le Mirail. En 1982 fue privado de la ciudadanía paraguaya y se le concedió la española.
Su obra “La carcajada” en 1930, marca el inicio de su carrera como escritor. Luego le seguirían “La residenta” , “El niño del rocío” y “Mientras llegue el día” entre los años 1942 y 1946. Durante este periodo se desempeñaba como periodista de El País, un diario de Asunción. En 1937 tenía escrita la novela Fulgencio Miranda, nunca publicada, y en 1942 apareció El ruiseñor de la aurora y otros poemas. En 1944 Roa Bastos formó parte del grupo Vy'a Raity (El nido de la alegría), decisivo para la renovación de la poesía y la plástica en Paraguay. Con esos antecedentes llegó a Buenos Aires, donde dio a conocer un nuevo poemario en 1960, El naranjal ardiente (Nocturno paraguayo), pero sobre todo consolidó su condición de narrador con los relatos El trueno entre las hojas (1953) y El baldío (1966), que se acercaron a los problemas sociales y políticos de su país, y con sus novelas Hijo de hombre (1960) y Yo el Supremo (1974), que le permitieron el análisis de episodios decisivos de la historia paraguaya, desde la dictadura inicial de José Gaspar Rodríguez de Francia (1814-1840), de quien se ocupó en la segunda, hasta la guerra del Chaco y los tiempos más recientes. Diversas colecciones de relatos conocidos y nuevos completan la producción de Roa

Bastos: Los pies sobre el agua (1967), Madera quemada (1967), Moriencia (1969), Cuerpo presente y otros cuentos (1971), Antología personal (1980), Contar un cuento y otros relatos (1984). También ha dado a conocer una nueva pieza teatral, Yo el Supremo (1985), que aprovecha un episodio de la novela del mismo título. En 1992, con ocasión del Quinto Centenario del Descubrimiento de América, dio a conocer Vigilia del Almirante, novela sobre Cristóbal Colón, iniciando un nuevo periodo de gran creatividad que ya ha dado las novelas El fiscal (1993), Contravida (1994) y Madama Sui (1996). Con ellas Roa Bastos ha insistido en la recreación de momentos y personajes de la historia de su país, enriquecidos a veces con ingredientes autobiográficos y, como ya había hecho en obras anteriores, referencias complejas a la condición del propio discurso narrativo. Desde los artículos reunidos en La Inglaterra que yo vi (1946), fruto de su primer viaje a Europa, son numerosos los ensayos que ha publicado. También ha escrito varios guiones cinematográficos.
Su fallecimiento deja un vacío que me atrevería a afirmar, jamás podrá ser llenado por otro escritor paraguayo.


La semana del Periodismo
Como siempre la semana del periodismo nos introduce en el mundo del pensamiento crítico. Eso significa que nos volvemos más sensibles y nos ponemos a analizar diferentes aspectos de la vida cotidiana. Sin embargo no lo hacemos con la fuerza necesaria como para generar cambios, simplemente pareciera ser una obligación, como para no dejar pasar una fecha que sin duda tiene una connotación que va más allá de nuestras vagas intenciones. Todos los años se repite el mismo esquema; periodistas invitados, cada uno hablando de lo que más sabe, y un auditorio que creo más está por una cuestión de exigencia escolar que por el verdadero espíritu crítico que debería caracterizar al estudiante de la carrera de Periodismo. De todos modos esto se ha convertido en una tradición y no creo que cambie. Me permito entonces esta crítica, que más que constructiva, la considero un halago, ya que si somos fríos y objetivos, estas jornadas no sirven para gran cosa y mucho menos para foco de revolución del pensamiento divergente.
No quisiera entrar en el contenido de estas jornadas, porque debo reconocer que no me han interesado, pasando por el ámbito deportivo, al cual considero superficial, y luego en otro más social, cuyo representante no es precisamente un ejemplo de lo que debería ser un periodista, por lo tanto repito, no me atrevería a escribir comentario alguno.
Si me gustaría hacer hincapié en el hecho de que no somos lo suficientemente concientes del rol que nos toca representar, y todo lo hacemos para salvar la plata, como se dice vulgarmente. Si realmente quisiéramos rendir un homenaje al periodismo, deberíamos comenzar por organizar jornadas de integración con las otras facultades, para intercambiar conocimientos y experiencias, luego procurar invitar a periodistas más representativos y no a los que gozan de mayor publicidad. Respeto las decisiones pero no las comparto y sobre todo cuando no sirven para gran cosa. Esto que parece un lamento en el muro, no es sino mi decepción de lo que creía iba a ser este recinto de, en teoría, ideas revolucionarias.
La semana del periodismo pasó nuevamente sin pena ni gloria, y seguro estoy que el próximo año se repetirá con la misma parafernalia, y seré una vez cómplice silencioso hasta que termine los cuatro años que dura esta tan desprestigiada carrera.
Espero poder equivocarme, y reconocerlo por el bien del pueblo, que ve en nosotros la única fuente de verdad.

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